La lectura habilita la posibilidad de adentrarnos en mundos vislumbrados e inéditos. Es una de las sustancias necesarias para hacer de lo que nos rodea un lugar mejor. Pero escribir para las infancias es complejo, si la idea es combinar expresiones sencillas con mensajes profundos. Así, compartir la lectura en voz alta con los demás y escribir para que las infancias celebren la curiosidad y la inclusión resultan desafíos maravillosos.
Cristal Bella
María Cristina Mercedes Daneri, Mechita, escribe desde que tiene memoria. Sin embargo, un día dejó de jugar a ser la niña escritora y, al crecer, se abocó al deber ser. Entonces, adoptó un mandato tradicional en su familia paterna, estudió abogacía y escribanía y, de hecho, aún ejerce las profesiones. No se culpa ni se arrepiente por su recorrido profesional, lo valora, pero más agradece a la vida que lo verdaderamente suyo haya vuelto a despertar.
Su lado materno ocupó el lugar de veta creadora. Es nieta de Celia Ortiz de Montoya, la primera Doctora en Ciencias de la Educación del país, pionera en propuestas pedagógicas transgresoras, horizontales y democratizadoras, e hija de Gloria Montoya, destacada plástica entrerriana, poeta y fundadora de Paranatecuento, un grupo de narradores de la ciudad de Paraná. Lejos de ser mochilas, ambas mujeres fueron alas. No es casualidad que, en sus palabras, con la escritura Mercedes vuele.
Fue mamá a los 45. Hace 12 años que Tomás, quién además de ser el responsable de devolverle su pasión, es su principal fuente de inspiración. Llegó para mostrarle un mundo absolutamente distinto.
Para la cuentista, leer es lanzarse a una aventura en la que los sentidos se predisponen al relato, disfrutando del aquí y el ahora. Materializó esta idea en talleres discontinuos de lectura, charlas y dibujos en el Museo Provincial de Bellas Artes y en la Biblioteca Provincial de Entre Ríos, destinados a niños y niñas en edad de primaria. En un futuro planea generar más de estos espacios de encuentro y, sin perder su impronta, pero al estilo María Elena Walsh, anhela hacer canción una poesía infantil que aún no ha visto la luz, pero ansía publicarse.
Gracias a las traducciones al inglés, al italiano y al catalán sus libros han viajado por el mundo, siendo el japonés su siguiente idioma pendiente.
Sin impostación, sostiene que las personas necesitamos estar más unidas. Es en el maravilloso mundo de la literatura donde Daneri encuentra, cuento a cuento, un dispositivo capaz de acercarnos. “El libro es un potente portador de mensajes”, sostuvo en diálogo con EL DIARIO.
–¿Cómo te llevas con tu legado materno?
–Muy bien. Por un lado, tuve la suerte de tener una abuela cómplice con la que pasábamos horas bellísimas en su casa. A sus ochenta y tantos, seguía estudiando, viajando, desarrollando sus intereses. Por el otro, mamá me inculcó la libertad, la autonomía y la independencia, y me propuso no romper con la espontaneidad. Fueron dos mujeres pioneras y apasionadas. No lo he tomado como carga. Me siento sumamente orgullosa de ellas, pero también de mi propio camino. No me sobreexijo. Disfruto de lo que hago. Escribo porque me da placer puro, no por los resultados. Con que un libro mío llegue a un niño, estoy satisfecha. Quizás no tenga una técnica depurada, pero escribo con el corazón.
–¿Por qué escribís especialmente para las infancias?
–Además de tratarse de un espacio escasamente abordado en nuestra provincia, creo que para conseguir un mundo mejor se necesita sembrar determinados mensajes, recuperar algunos de mi época o apoyar nuevos. El libro es un portador de mensajes constructivos. Y en los niños y las niñas está el futuro de un país solidario. Los caracteriza la autenticidad que los adultos vamos perdiendo con el tiempo. Sus devoluciones son únicas. Te dicen a calzón quitado lo que piensan o sienten.
–¿Cómo es tu proceso creativo?
–La inspiración viene a mí de manera azarosa. La vida cotidiana es disparadora de ideas. En general, brotan a raíz de las vivencias con mi hijo Tomás en casa o en la escuela. A medida que él crece, voy cambiando de temáticas. En relación a la integración, a veces veo algo que me hace ruido. Noto la imposibilidad de hacer amigos en la infancia, lo que para niños con autismo no es tan fácil y para niños con trastornos en el desarrollo, menos. Lo veo con mi hijo. En la sociedad en materia de inclusión hemos mejorado, pero lo que se sale del molde aun no es aceptado. En este sentido, intento promover el acompañar la diferencia y el querer al otro tal cual es. Es por eso que toco temas complejos como soledad infantil, familias ensambladas o parejas de padres o madres de igual sexo.
En el libro Los soles de mi abuela Gloria, busqué conectar a mi hijo con su abuela que ya no está, hablé de la muerte y de cómo afrontarla; en ¿Qué quiero ser cuando sea grande? hablé de la felicidad y de lo significativo de ir en búsqueda de lo que queremos realmente; y en El tesoro de Simona escribí sobre la donación de órganos pediátricos, inspirada en la historia de Mara Hollmann, la pequeña niña paranaense que necesitaba un trasplante de corazón y que, tras la larga espera, lo consiguió.
–¿Cómo se abordan las temáticas para hacerlas aptas para la infancia?
–Escribir para las infancias puede ser más difícil que hacerlo para un adulto. Hay que ser más cuidadoso, hablar claro, evitar los mensajes ambiguos y elegir la terminología adecuada que motive la búsqueda o a algún personaje de la historia que fomente la exploración. Siguiendo con uno de los ejemplos anteriores, en El tesoro de Simona intenté conjugar lo ficticio con la realidad de la manera más auténtica posible. Con prudencia, por más crudo que parezca, quería que los pequeños lectores sepan que el corazón para Mara llegó gracias a que otro ser se fue de esta tierra.
–¿Qué despierta la lectura de las niñeces?
–En primer lugar, el hábito de la familia. La lectura es una práctica que se mama. Es un tesoro que se lega: así se puede formar un lector. En segundo lugar, el amor por descubrir otros mundos. Con el libro no hay que trasladarse de un lugar físico a otro para vivir una experiencia. En este punto, la escuela tiene que acompañar desde la lectura de no imposición, fomentando el leer por elección, de manera natural.
–En un contexto digital, ¿cómo se conjuga la lectura con los distintos procesos de alfabetización?
–De alguna forma, la pandemia nos abrió un mundo. Desde esa experiencia en cuarentena, trato de expandir mis libros mediante las traducciones para que los puedan leer en todo el planeta. A la par del desarrollo del cerebro, de las emociones y de la construcción de cultura integral, sueño con un niño leyendo en una gran biblioteca, interactuando con los inventos tecnológicos fabulosos que hay hoy y habrá mañana. No importa de qué manera se lee. No lo prefiero y confío en que el libro papel no morirá, pero si leer se vuelve una experiencia virtual bienvenido sea. Sé que con el tiempo va a decantar y encontraremos la armonía. La cuestión es que no puedo imaginar un mundo sin lectura.
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