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Eva Braun, compañera leal del ícono de los genocidas

Talentosa fotógrafa y esmerada deportista, Eva Braun renunció a todo para convertirse en una de las personas más importantes del círculo de amistades del mayor genocida de la historia: Adolf Hitler. Un pacto siniestro terminó con la vida de ambos.

 

Angelina Uzín Olleros

Especial para EL DIARIO

Eva Braun tenía 17 años cuando comenzó a trabajar como ayudante en el estudio fotográfico de Heinrich Hoffman. En el año 1929, conoció a Adolf Hitler, ya que Hoffman era el fotógrafo oficial del Führer. La relación de Eva Braun con Hitler comenzó un tiempo después del suicidio de la sobrina de él, Geli Raubal, quien se quitó la vida con la pistola que Hitler guardaba en su habitación.

Según los biógrafos, el dictador tuvo con Ángela María Geli Raubal un amor tabú. Esa relación clandestina entre tío y media sobrina se estableció cuando Geli apenas tenía 15 años. Es una de las tantas historias con mujeres que involucra al líder nazi, consumado misógino.

El biógrafo Ian Kershaw afirmó que las crisis en la mayoría de las relaciones de Hitler con sus amantes se debían a sus celos y posesividad dominante. “Las mujeres veían en Hitler a un ser providencial, un superhombre, un héroe. En sus veinte años de política activa recibió más de ciento cincuenta mil cartas de sus admiradoras, quienes las remitían dispuestas a entregar todo lo que tuvieran, y muchas incluso deseaban tener un hijo suyo o fantaseaban con su amor.” No obstante, Hitler quería permanecer soltero diciendo que él estaba casado con Alemania, con quien había asumido un compromiso vital.

Pero volvamos a Braun. Su nombre completo era Eva Anna Paula. Nació en Múnich, el 6 de febrero de 1912. Cuando tenía nueve años sus padres se separaron y volvieron a casarse al año siguiente, acosados por la catastrófica economía de la República de Weimar.

Eva se educó en el liceo católico de Múnich y más tarde en la escuela de comercio de las Hermanas Inglesas en Baviera, hoy convertido en un centro turístico vecino a Austria. Fue una estudiante sin buenas calificaciones, famosa en cambio por su talento para el atletismo, una actividad que jamás dejó de lado.

A la sombra

Según reveló la historiadora Heike B. Görtemaker, en la biografía Eva Braun, una vida con Hitler, la relación entre ambos era clandestina y al igual que a Geli él mantuvo a Eva cuasi secuestrada, no sin antes confirmar su pureza racial. “La fotografía fue una de las pocas actividades que pudo desarrollar y era una buena fotógrafa. Con un teleobjetivo y desde una ventana registró a muchos de los grandes hombres que visitaban a Hitler, como por ejemplo el cardenal Eugenio Pacelli (quien luego sería Pío XII), el Agha Kahn, los duques de Windsor, el premier británico Neville Chamberlain y el ex presidente norteamericano Herbert Hoover, entre otros. Incluso produjo fotos y películas donde mostraba al líder como un hombre preocupado y agradable.” Cabe destacar que Eva Braun hizo mucho dinero vendiendo esos materiales fotográficos y fílmicos.

Sobre la sexualidad de Hitler se tejieron numerosas hipótesis. Su actitud y sus impresiones acerca de la mujer en general siempre fueron de subestimación hacia su capacidad intelectual. Las veía como una parte del decorado que necesitaba el poder y pensaba que las caderas anchas las hacía capaces de una buena maternidad. Sin embargo, él mantenía su imagen pública en solitario, toda la atención de las masas debía concentrarse en su figura y su histrionismo, su enérgico repudio a la mezcla de razas, su antisemitismo, su extremo nacionalismo. Como se sabe, las mujeres no tenían funciones prominentes en la Alemania nazi: no podían ser abogadas ni pertenecer al Ejército, ni actuar en política o en economía.

De amor y de odio

Puntualmente, Eva era muchos años menor que Hitler. Según Görtemaker se sintió constantemente postergada y tuvo dos intentos de suicidio. Sin embargo, logró una relevancia en la intimidad del déspota como ninguna otra mujer. Eva disfrutaba de esquiar en invierno y de nadar en verano. En el entorno de Hitler la llamaban “la bella rubia”. Le gustaba beber y fumar, lo que provocaba el enfado de su amante, que era vegetariano y abstemio.

Eva podía lucir hermosos vestidos y bailaba con gusto en los agasajos que le hacían al Führer en sus viajes. Un día, Hitler le confesó al jerarca nazi Hermann Göring que Eva era demasiado joven e inexperta para convertirse en primera dama, pero que una vez terminada la guerra iba a casarse con ella.

En su libro Dictadoras. Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia, Rosa Montero dice que “su propio pueblo pudo evidenciar la gran mentira que era Hitler, un hombre sin escrúpulos, megalómano y ridículo, que consideraba que los alemanes no lo merecían. Pero lo más inquietante era comprobar que Adolf y Eva eran simplemente unos mediocres, cuyos sueños disparatados y absurdos se transformaron en la más atroz pesadilla de la humanidad.”

Eva Braun soñaba con ser la esposa de Hitler. Ella adhería a todo lo que él defendía.

A pocas horas de la derrota definitiva, Hitler entró en un estado de desesperación. Los últimos días en el búnker fueron de gran perturbación. Hitler padecía de Parkinson y su salud estaba deteriorada. El 20 de abril de 1945 se celebró su cumpleaños cincuenta y seis. Nueve días después, Hitler se casó con Braun en una ceremonia bastante lúgubre. Hitler dijo que ella estaba decidida a morir siendo su esposa. El 30 ambos se quitaron la vida. Así, el derrotero de Eva por firmar con el apellido Hitler se esfumó en menos de un día.

Eva Braun, compañera de Hitler, fanática e incondicional.

Con luz propia

La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.

La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.

 

 

 

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