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Los diferentes rostros de María Magdalena

Distintos hallazgos e investigaciones han ayudado a asignarle a María Magdalena un lugar diferente entre los seguidores de Jesús. Declarada por el actual Papa como apóstola de los apóstoles, la imagen de María Magdalena evolucionó de mujer caída a ícono feminista, estudiosa, confidente y buena consejera.

 

Angelina Uzín Olleros

Especial para EL DIARIO

En las últimas décadas ha habido un fuerte movimiento de recuperación de la figura de María Magdalena. La acción ha sido impulsada por especialistas de la biblia cristiana, que leen los textos en perspectiva de género, de historiadores e historiadoras que llevan a cabo una reconstrucción antipatriarcal de los primeros siglos del cristianismo, y de la teología feminista.

Por ejemplo, el egiptólogo e historiador bíblico, Jorge Dulitzky, autor de “María Magdalena de Jesús. Un relato casi histórico”, sostenía que era razonable pensar que Jesús estaba influenciado por la filosofía gnóstica en Egipto. Los gnósticos no tenían una autoridad jerárquica y se reunían para intercambiar ideas.

Por su parte, la especialista en Historia de las religiones, Elaine Pagels (California, 1943), en su libro Los evangelios gnósticos, cuenta que un egiptólogo alemán había adquirido un manuscrito que era el Evangelio de María Magdalena. Aparentemente, el material apareció en 1896. Esto significa que María Magdalena perteneció a alguna de las sectas gnósticas cuando era joven y había formado parte de un grupo de estudio, cuyos miembros la recibieron cuando huyó de Israel luego de la crucifixión de Jesús. Actualmente, coexisten diferentes versiones sobre ella y su relación con Jesús. Hay datos documentados en diferentes publicaciones, pero también existe un mito en torno a su vida y su imagen.

Influyente

María Magdalena dejó huellas en el misticismo, en la liturgia, el arte y la literatura. En la Edad Media era la Santa Patrona de los que cultivaban las viñas, los jardineros, los boticarios, los fabricantes de perfumes, los tejedores, los marineros, los prisioneros y los gitanos. La orden de las Penitentes de Santa María Magdalena se formó con el propósito de trabajar para la conversión de mujeres que estaban en “peligro moral”.

Hoy se piensa en ella como la amiga de Jesús, o como su esposa o madre de sus hijos. La teóloga Esther de Boer en su libro María Magdalena: más allá del mito, cuenta que “a través de toda Europa, en los siglos XVIII y XIX, surgieron casas, conventos e instituciones que llevaban el nombre de María Magdalena. Su propósito era mejorar el destino de muchas mujeres que veían en la prostitución su única posibilidad para ganarse la vida. Un ejemplo moderno es ‘The Magdalene Centre’ en Seúl, Corea, que está ayudando a miles de jóvenes que trabajan en la industria del turismo sexual a construir una existencia nueva. En Holanda, la Fundación Filotea (que significa amiga de dios) se creó para mujeres que habían tenido una relación con un sacerdote, actualmente ha cambiado su nombre por el de Fundación Magdala.”

Los Evangelios del Nuevo Testamento concuerdan en que María Magdalena era una de las seguidoras de Jesús, pero no era la única mujer del grupo. Cuando Jesús se refería a las mujeres hablaba de las leyes de la pureza, del matrimonio y del divorcio, de la maternidad y la familia. Las leyes de la pureza se referían al alimento, el sexo, la gestación y el nacimiento, el contacto con la sangre, los enfermos y los muertos. El “sistema de pureza” dividía a la sociedad en esas categorías de puro e impuro. Las reglas eran tales que los pobres, los enfermos, los extranjeros y las mujeres en general eran vistos como impuros más a menudo que a los ricos, los saludables, los israelitas y los varones.

Es difícil saber hoy cuál era la posición de las mujeres en Palestina en la época de Jesús ya que hay poco material sobre eso. La teóloga feminista católica, Elisabeth Schüssler (Cenad, Rumania, 1938) dice que el punto de vista de Jesús invirtió esa división en la sociedad porque partió del principio de que no hay nada que haga impura a una persona, mujer o varón, sólo lo que proviene del corazón nos hace de un modo u otro. Jesús espiritualizaba la impureza física y esto hacía que todos fuesen iguales en lo religioso y en lo social, en oposición a lo que se pensaba en su tiempo.

El Evangelio de Felipe describe a María Magdalena como la preferida de Jesús y dice que él la besaba en la boca. Era una discípula en el pleno sentido del término, ella hacía preguntas como los demás y participaba en las reuniones. Hasta el siglo IV su imagen era la de una colaboradora devota y creyente, obediente; es la que se corresponde con el Evangelio de Mateo y el Evangelio de Lucas.

María Magdalena perteneció al círculo de discípulos de Jesús. Lo fue desde el comienzo hasta el fin. Gracias a excavaciones en Migdal, podemos deducir que ella creció como judía en una ciudad en la que había penetrado la cultura helenística y que tuvo encuentros con personas de diferentes culturas y nacionalidades. Fue testigo de las diferencias entre ricos y pobres, del terror provocado por la ocupación romana y la resistencia en su contra.

Testigo

María Magdalena estuvo presente en la crucifixión y en el sepulcro de Jesús. Los testimonios sobre estos hechos son divergentes. Cada Evangelio del Nuevo Testamento propone su propia versión acerca de su rol y su relación con los demás discípulos. Juan la describe como discípula y apóstol; Lucas aclara que es ella misma la que se atribuye el apostolado por iniciativa propia; Marcos se dirige al apostolado valorando tanto a hombres como a mujeres.

Para la teóloga, Esther De Boer (Holanda, 1959) el hecho de que María Magdalena fuese una mujer “rindió a los Padres de la Iglesia la posibilidad de confrontarla con Eva, la mujer que había traído el pecado al mundo; para ellos es la nueva Eva, que puede portar el mensaje de la redención. Parece así contrastarse a la par con Cristo, que de hecho es visto como el nuevo Adán. Sin embargo, no hay nada más falso. Desde Orígenes hasta San Agustín, fue subrayada la gran diferencia entre estas dos figuras.”

El Evangelio de María Magdalena no considera pecadores a los seres humanos, los ve confundidos y ansiosos; ella no se limita a brindar un ejemplo de vida, porque es Cristo con su poder de redención el que entrega su vida para la salvación de los humanos. Cristo es Jesús crucificado y resucitado. Para Magdalena, él señala las potencias que provocan el sufrimiento y el desorden, las tinieblas, la ignorancia, la concupiscencia, “potencias impotentes”. En la distinción entre esas potencias y las verdaderas que indican el camino hacia lo alto, la luz y el conocimiento que nos liberan de todo mal. Tal vez podemos pensar en un Jesús enamorado, en un agitador de conciencias, torturado y asesinado por el poder, del cual estas mujeres: su madre, su mujer, sus seguidoras, fueron testigos y compañeras privilegiadas de su mensaje.

Con luz propia

La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.

La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.

 

 

 

 

 

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