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Pirí, la del apellido extraído de una biografía argentina

A través de varias generaciones la familia Lugones expresó el derrotero trágico de la historia política argentina, de la defensa y apoyo de Leopoldo padre e hijo a la violencia estatal, hasta la militancia rupturista de Pirí Lugones que la hizo víctima de la dictadura del setenta y seis. Desde Cuba el poeta Jorge Timossi dijo de ella: “Nada más que nombrarla. Pirita, fósforo blanco, ignición, combustible, chispas, otra vez, de la vida y de la muerte”.

Angelina Uzín Olleros (*)

Nicolás Casullo (1944-2008) decía que perteneció a una generación en la que la militancia política hundía sus raíces en la historia familiar. La emancipación de los hijos (y las hijas) venía de la mano de tomar partido por otra historia que generase ruptura con lo heredado.

Es notable cómo el concepto de “generación” ha sido subestimado a comienzos del siglo XXI, ha perdido densidad ideológica, la relación y diferenciación entre jóvenes y adultos también. Pensar la Argentina como un conjunto de generaciones que definieron períodos históricos, etapas en el mundo político, ha quedado como una antigualla en el desván donde se guardan los trastos de un oficio abandonado.

El árbol genealógico, signo de alcurnia o de pertenencia a cierta dinastía, se fue quedando sin raíces y sin ramas. Sin embargo, la memoria cuando activa sus dispositivos nos lleva a esa travesía de un pasado que en la discontinuidad generacional no pudo dejar de repetir continuidades; la sangre derramada en el siglo XIX se derramó en el XX con otras armas, con otros argumentos que siendo ajenos entre sí, sin embargo, también fueron parte de una misma lógica.

En la página nueve de su libro “Retrato de familia”, Tabita Peralta Lugones, narra a su modo la novela familiar. No dibuja un árbol, organiza una secuencia y al leerla vemos un capítulo de la novela argentina. Decir Lugones hoy es resumir en un apellido una parte de la tragedia nacional. Los personajes de su novela son: “La madre: Pirí Lugones (1925-1978), traductora editora, asesinada por los militares en Buenos Aires. El Padre: Carlos Peralta (1924-2001) traductor, escritor, exiliado. Leopoldo Lugones: el bisabuelo (1874-1938) poeta argentino, suicida. Leopoldo Lugones: el abuelo (1897-1971) jefe de policía secreta. Torturador e introductor de la picana eléctrica en la Argentina. La abuela casada en primeras nupcias con Leopoldo Lugones hijo. Madre de la madre, casada luego con Marcos V. Violador, neurólogo y escritorzuelo. Alejando Peralta (1950-1971) mi hermano, mi pobre hermano que se suicidó a los veinte años.”

En pocas líneas se presentan los personajes que existieron realmente y que hoy como fantasmas traen las contradicciones, los maleficios, los desencuentros de un destino trágico que abrió un círculo con el golpe de estado de 1930 y lo cerró en 1983 con el advenimiento de la democracia dejando polémicas, “apologías y rechazos” hasta nuestros días. Palabras que describen el derrotero de un lugar que renueva violencias en pocos conceptos: asesinato, suicidio, exilio, tortura y desaparición.

Al decir de María Seoane, en la página 17 de Bravas, “hay estirpes malditas apenas corregidas por la historia. O, en todo caso, descendientes de esas estirpes que redimen el odio que sembraron sus antepasados. Se disuelven juntos en la historia, pero sus nombres quedan asociados a la tragedia. El día que Susana Pirí nació, su abuelo, el poeta Leopoldo Lugones, estaba rabiosamente entregado a la búsqueda de un orden metafísico que diera a las armas el poder omnímodo de matar la idea de ciudadanía surgente, la idea de una república donde se votara, se legislara para las mayorías que venían desde abajo, enancadas en las huestes del partido radical triunfante en las urnas.”

Pirí creció en el clima de la dictadura del treinta, en las interrupciones violentas del orden democrático, en los años de proscripción del peronismo, su generación fue la de “cuerpos con ideas”, de sujetos que se sostenían existencialmente en la necesidad de transformar lo dado, de diferenciarse de la violencia estatal a la que prontamente pensaron en enfrentar con otras violencias. La vida y la muerte estaban ahí, palpables, visibles, resonando una y otra vez a fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Su compromiso político se volcaba a su actuación en las FAP, las Fuerzas Armadas Peronistas.

La actividad cultural porteña no le era ajena, trabajaba en la editorial de Jorge Álvarez, su amigo Oscar Masotta estaba dirigiendo la colección de Cuadernos Sigmund Freud. Para Pirí, Alejandra Pizarnik era la gran poeta nacional, su suicidio la afectó y organizó un “velorio laico” en el bar El Ciervo, lugar que Pizarnik solía frecuentar.

El año 1971 fue para Pirí de enorme conmoción, su padre Polo se suicidó (tuvo un intento fallido y luego logró quitarse la vida). Ella decía “se murió el torturador”; con su hermana “Babú” comenzó a repartir sus bienes, joyas y cubiertos de plata. Necesitaba dinero y pensó que vendiendo todo lo que allí se encontraba podía salir de su ahogo financiero. Le vendió a Osvaldo Bayer el archivo de su padre relacionado con el anarquismo por poco dinero, pero también le regaló a Bayer una biblioteca que había sido de su abuelo Leopoldo. Tito Cossa escribió la necrológica de Polo para La Opinión en la que resaltaba la saga suicida de los Lugones.

En ese mismo año el hijo de Pirí se suicidó en El Tigre, Alejandro vivía en una casa que le había alquilado su padre. Pirí sufrió el dolor más grande de su vida; en París, su hija estaba esperando un hijo, todas esas emociones se mezclaron en una carta que Pirí le envió a Tabita. Con su dolor a cuestas, Pirí se volcó de lleno a la militancia, en 1973 el regreso de Perón al país, era el acontecimiento que los inspiraba, Pirí, Walsh y Verbitsky estaban incorporados a Montoneros; ellos comprendieron que los sucesos de Ezeiza (trece muertos y más de trescientos sesenta heridos ese 20 de junio) expresaba la violencia que estaba por llegar con López Rega y la Triple A.

En Retrato de familia, Tabita Peralta Lugones señala. “Una sociedad represiva como la sociedad argentina (y cuando digo represiva, no quiero decir solamente argentina) y un sistema asesino como cualquier dictadura militar, y en particular, la dictadura militar argentina, tenía la obligación de matar a alguien como mi madre. Porque ella representaba justamente lo que era insoportable para ellos. Los metieron en un avión, pegotearon bien el cemento entre los dos pies, introdujeron en las venas una solución tranquilizante, despegaron y volaron, volaron sobre esa agua marrón que es el Río de la Plata, abrieron las escotillas. Y expulsaron en el aire a esos muertos vivientes, ni muertos ni vivos, y miraron caer en el agua esos cuerpos, y los deben haber visto hundirse con una ligera salpicadura”.

Pirí fue secuestrada por las fuerzas de la dictadura y estuvo en el campo de concentración El Atlético y luego continuó su cautiverio en El Banco, éste último funcionó entre diciembre de 1977 y agosto de 1978 en la Brigada femenina XI de la Policía Bonaerense. Un “vuelo de la muerte” se llevó a Pirí Lugones el 17 de febrero de 1978, un día antes, hacía cuarenta años, se había suicidado su abuelo, Leopoldo Lugones.

*La autora es Dra. Ciencias Sociales y Coordinadora Académica Maestría en Género y Derechos/UNGS/UADER. La nota fue originalmente publicada en La tecl@ Ñ.

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