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Una bienvenida que no salió como se esperaba

En las nieblas de la historia se pierden las versiones sobre un incidente luctuoso que tuvo lugar en Paraná, hace 133 años. Tiene como protagonistas a dos nombres propios de la política entrerriana: Eduardo Racedo y Clemente Basavilbaso, aunque el enfrentamiento se produjo entre los seguidores de uno y otro, con participación policial.

 

Rubén I. Bourlot / Especial para EL DIARIO

 

El 27 de abril de 1890 el exgobernador y recientemente renunciado ministro de Guerra y Marina de la Nación, Eduardo Racedo (1843-1918), esperaba una recepción apoteótica en Paraná. Retornaba a Entre Ríos con el propósito de organizar su plan de reelección para la Gobernación, tras su renuncia al cargo nacional como consecuencia la ruptura del roquismo con el gobierno de Miguel Juárez Celman (1844-1909).

Pero todo salió bien distinto. Racedo no arribó a la ciudad y los manifestantes fueron reprimidos por la policía.

Eduardo Racedo nació en Paraná, Entre Ríos, y murió en Buenos Aires. Fue un protagonista insoslayable de la política entrerriana y nacional, más allá de su actuación en el ámbito militar. Julio Argentino Roca lo tuvo a su lado tanto en la campaña militar en la Patagonia como en su armado político representado por el Partido Autonomista Nacional.

En 1883 accedió a la Gobernación de la provincia y poco antes de culminar el mandato fue convocado por el presidente Juárez Celman para ocupar el ministerio Guerra y Marina.

Espera infructuosa

Ese 27 de abril, bien temprano, entre cuatro y seis mil personas –según las fuentes periodísticas de la época- esperaban al exministro en las inmediaciones de Puerto Viejo, en La Batería (hoy Parque Urquiza), a lo largo de la entonces avenida Rivadavia y en la plaza Alvear. Al mediodía llegó la noticia de que el vapor en que viajaba Racedo había encallado en las proximidades de Diamante. Otras fuentes aseguraban que la interrupción del viaje fue deliberada, obedeciendo a sugerencias del general Julio Roca (1843-1914) sobre la inconveniencia de esa llegada a Entre Ríos. Qué negocios estaba pergeniando “El zorro” Roca no lo sabemos con certeza. Lo que se conoce es que el PAN se había dividido en la provincia. El oficialismo, que gobernaba con Clemente Basavilbaso, en febrero había proclamado la fórmula Sabá Z. Hernández-Camilo Villagra, mientras que los racedistas, el 9 de abril proclamaron en Gualeguay la fórmula Eduardo Racedo-Miguel Laurencena.

Cuando la noticia de la ausencia de Racedo se esparció entre la multitud resolvieron marchar en manifestación por las calles de la ciudad. Un periódico de Buenos Aires redactado en inglés, The Standard, del 2 de mayo de 1890, tituló la crónica de los hechos como “Los disturbios en Entre Ríos” y señala que en ese momento los manifestantes se conducen en “el más perfecto orden que conservan en todo momento y con vítores para el Presidente de la República y para el general Racedo”. Y agrega que “numerosas azoteas y balcones a lo largo de las calles del recorrido se llenaron de damas que arrojaron grandes cantidades de flores, a medida que transcurría la manifestación (…).”

En la plaza Alvear se concentraron para llevar cabo un acto con varios oradores y luego se desconcentraron “del mismo modo ordenado en que se habían formado”, según el cronista.

 

Los disturbios

Desde el sur de la ciudad un grupo a caballo, integrantes del club General Dorrego, de Paracao, que contaba con unos 600 adherentes, encabezados por su presidente Teófilo Almada, habían marchado hacia la estación del Ferrocarril de Entre Ríos para concentrarse en la plaza 1º de Mayo. “Cuando en el lado opuesto de la plaza de la policía un hombre gritó ‘¡Viva el General Racedo!’ –relata el periódico citado- del otro lado respondieron ‘¡Viva el gobernador de la provincia!’”. Y la situación se desmadró. El piquete de la policía que se encontraba armado y listo para actuar en el Departamento de Policía, ubicado en San Martín y España (hoy Banco de la Nación), avanzó un poco sobre la plaza e hizo fuego contra los manifestantes, originándose un recio tiroteo del que resultaron seis manifestantes muertos y varios heridos. Los partidarios de Racedo, que también portaban armas, respondieron y sobre la vereda de la Escuela Normal, en calle Urquiza, cayó muerto el jefe del piquete, comisario Francisco Modernel. La policía terminó arrestando a unos 200 de los manifestantes.

La crónica del Standard relata que “un italiano empleado del tramway, que no tomaba parte en las manifestaciones, en el momento del tiroteo se encontraba despachando en la oficina de correos, para llevar la correspondencia al puerto, y quedó tan gravemente herido que murió antes de llegar al hospital. Su nombre: Juan Gaya, 52 años de edad.”

“Es difícil de entender cómo resultaron heridas tan pocas personas –continúa la crónica-, ya que la plaza estaba llena de gente en el momento en que comenzó el tiroteo, entre ellos mujeres y niños, simplemente espectadores (una mujer y un niño resultaron heridos). No se puede concebir un ataque más despiadado. Entre los que tomaron parte activa estaban dos profesores de la Escuela Normal, revólver en mano, amenazando a varias personas que vitoreaban al general Racedo, y que desde hace mucho tiempo participan en nuestra política local.”

El mismo periódico se preguntaba “cómo pudo haber ocurrido la colisión parece incomprensible”, y argumentaba que “como es bastante evidente los racedistas no deseaban ningún encuentro con las autoridades, prueba de lo cual transcribimos la siguiente proclama”, firmada por Miguel Laurencena:

“‘El jefe de policía ha suscrito que no permitirá la recepción popular propuesta hoy (…).

“He decidido respetar esta prohibición y deseo que sea respetada por todos, para que nadie esté presente para recibir al general Racedo. Y al mismo tiempo deseo protestar ante mis seguidores ciudadanos por esta prohibición arbitraria, que atenta contra nuestros derechos políticos’.”

Los relatos posteriores de estos hechos difieren. Como cualquier acontecimiento, está sujeto a las interpretaciones desde la óptica de testigos y cronistas. Años después el diario La Acción de Paraná, en una edición de 1930, rememoraba los sucesos como “semana trágica”, con conceptos reprobatorios a la actuación del gobernador Clemente Basavilbaso (1841-1907). Esta versión era confrontada por el periodista Luis Bonaparte que en un artículo defendía la actuación del Gobernador y acusaba a los manifestantes de ser parte de un “plan revolucionario” para derrocarlo.

 

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