Take a fresh look at your lifestyle.

Violencia infantil: un mal creciente e invisibilizado

El entorno familiar es el principal responsable del ejercicio del maltrato hacia los niños, niñas y adolescentes. No solo porque en su seno se escenifican los actos de violencia sino porque se encuentra en inmejorables condiciones de aportar herramientas que eviten que otras personas agredan a los más chicos.

 

Redacción EL DIARIO

[email protected]

Oculto en las formas de crianza que nos fueron legadas, el maltrato hacia niños, niñas y adolescentes es una problemática arraigada en la cultura actual. Si de por sí es inquietante saber que el familiar es el ámbito donde más se sufre este tipo de violencias, la época agrega otro factor: las redes sociales se convierten de manera creciente en uno de los lugares donde se suele atentar contra la integridad de los más chicos.

Si comprendiéramos de qué manera el maltrato sufrido durante los primeros años se manifiesta en el resto de la vida, es probable que muchos de nosotros mostráramos mayor interés en revisar y corregir esas prácticas en las que se ha naturalizado el ejercicio de la violencia hacia las infancias.

Algunas estadísticas nos ayudan a contextualizar estas expresiones. La Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes (2019-2020) de Unicef Argentina reveló que el 59% de chicas y chicos de entre 1 y 14 años experimentó prácticas violentas de crianza; el 42%, castigo físico, que abarca formas severas, como palizas y golpes con objetos, y el 51,7%, agresión psicológica, como gritos, amenazas, y humillaciones.

Al respecto, la directora de la ONG Aldeas Infantiles SOS Argentina, Alejandra Perinetti, advirtió que las violencias ejercidas en la infancia “dejan huellas y heridas difíciles de sanar que, sin el acompañamiento acorde, pueden extenderse durante toda la vida”.

La situación es de tal seriedad que justificó la creación del Programa Nacional de Víctimas contra las Violencias, perteneciente a la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia.

Según datos allí registrados, casi la mitad de las víctimas de violencia (48,7%) eran niños, niñas o adolescentes; lo mismo que 6 de cada 10 víctimas de violencia sexual (58,7%).

En la misma línea, los datos indican que los abusos aumentan a medida que los niños crecen en edad. Así, entre 0 y 5 años ocurre en el 16,9% de los casos; entre los 6 y los 11 años, llega al 32,6%; y de 12 a 17 años, alcanza al 50,5%.

Según ese estudio, el 84,6% de los agresores son del ámbito de confianza de la víctima, ya sean familiares o conocidos. En todos los grupos etarios, el mayor porcentaje de niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual son dirigidas hacia la mujer, representando casi cuatro veces más que el masculino.

En lo que refiere al ámbito donde se ejerce este tipo de vejaciones, corresponde indicar que el 36,2% de los casos de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes sucede en el hogar. Un dato igualmente preocupante es que la tercera parte de los casos de violencia sexual tiene lugar en entornos digitales, como las redes sociales y/o aplicaciones de mensajería instantánea.

“Es fundamental trabajar en la prevención y la detección temprana para proteger a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de daños irreparables en su desarrollo y bienestar”, señaló Perinetti, antes de subrayar que “por eso, promovemos la formación en ‘crianza positiva’ para fortalecer las capacidades de cuidado de las familias y que puedan relacionarse desde la afectividad, respetando los derechos de los niños y niñas bajo su cuidado, y propiciando ámbitos en donde ellas y ellos puedan dedicarse a lo único que deben hacer: explorar, jugar, aprender y crecer”.

No es diferente a lo que ocurre en el resto de los países. A nivel mundial, 1 de cada 2 niñas y niños de entre 2 y 17 años sufre algún tipo de violencia. Según una revisión global, se estima que el 58% de las niñas y los niños en América Latina y el 61% en América del Norte sufrieron abuso físico, sexual o emocional en el último año.

Muchas situaciones de maltrato hacia los niños están disfrazadas de métodos de crianza. FOTO: Juliana Faggi.   

Cortar la cadena

Hay otro aspecto destacado, vinculado a la violencia hacia los más chicos: más de la mitad de los padres o tutores que ejercen violencia hacia sus hijos, padecieron maltrato en su niñez. El dato se desprende de un informe del Ministerio Público Tutelar de la ciudad de Buenos Aires, pero podría proyectarse al resto del país.

Se entiende así la necesidad de desaprender las prácticas con las que crecimos y avanzar hacia una crianza respetuosa que considere a las infancias como sujetos de derechos.

Ciertas frases que se han repetido irreflexivamente de generación en generación pueden estar señalando que hay un legado violento asociado a las culturas heredadas. Una de esas sentencias es “la letra con sangre entra». Expresiones como estas han justificado todo tipo de vejámenes y torturas que los rituales familiares, religiosos y escolares han normalizado, podándole su costado más inhumano, en función de un supuesto bien a alcanzar.

La Justicia, el Estado, el sistema educativo y de salud, los centros recreativos y deportivos, junto con las y los adultos responsables pueden ayudar en la detección del maltrato infantil; y, al mismo tiempo, generar los espacios necesarios para que ese niño, niña o adolescente pueda contar lo que está viviendo. Así podremos actuar y ejercer el rol de protección integral de sus derechos.

Una educación desde la afectividad les dará mejores herramientas a los niños, niñas y adolescentes. FOTO: Gustavo Cabral.

Las huellas del daño

El maltrato infantil tiene a menudo graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas a corto y a largo plazo; entre ellas aparecen las lesiones, como traumatismos craneoencefálicos y graves discapacidades, especialmente en niños pequeños; estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual, incluida la de VIH.

Las adolescentes pueden sufrir además otros problemas de salud, como trastornos ginecológicos o embarazos no deseados.

El maltrato infantil puede mermar el rendimiento cognitivo y académico y guarda estrecha relación con el abuso de alcohol, el uso indebido de drogas y el tabaquismo, que son importantísimos factores de riesgo de enfermedades no transmisibles como las dolencias cardiovasculares o el cáncer.

Asimismo, el maltrato es causa de estrés, asociado a su vez con alteraciones del desarrollo temprano del cerebro. En condiciones de estrés extremo, el desarrollo de los sistemas nervioso e inmunológico puede verse perjudicado, por lo que un adulto que haya sufrido maltrato en la infancia presenta mayor riesgo de sufrir problemas físicos y psicológicos o de comportamiento, tales como: actos de violencia (como autor o como víctima); depresión; tabaquismo; obesidad; comportamientos sexuales de alto riesgo; embarazos no deseados; consumo nocivo de alcohol y drogas.

La violencia ejercida contra los niños y niñas también contribuye a las desigualdades en la educación. Los niños que en la infancia han sufrido algún tipo de violencia tienen un 13% más de probabilidades de no terminar la escolaridad.

Anticiparse

Puede que para muchos padres enseñarles a los niños a defenderse ante posibles amenazas y explicarles los temas relacionados con la violencia, el abuso y el maltrato, no sea sencillo; sin embargo, es clave para que aprendan a protegerse, a detectar amenazas y a contar a los adultos de confianza si sienten que están siendo vulnerados. En ese sentido, la comunicación fluida y una escucha atenta es fundamental.

La escuela también juega un rol protagónico cuando hablamos de prevenir situaciones de riesgo y de enseñar a cuidar el cuerpo, a valorarse, a detectar amenazas, a enseñar los derechos de la infancia y a cómo reconocer que estamos ante una situación de maltrato.

Los niños, niñas y adolescentes también necesitan disponer de determinadas habilidades que son necesarias de promover y enseñar de forma directa y sistemática tanto en las familias como en las escuelas. Son aquellas relacionadas con las competencias emocionales, comunicativas, asertivas, sociales y de resolución de problemas interpersonales, que actúan como herramientas de protección para ellos.

También hay actitudes de los adultos que pueden ser negativas en el área de la prevención. Por ejemplo, sobreproteger a los niños para que no conozcan los peligros de la vida real, y evitar hablar de abuso sexual o de temas que para ellos son tabú. Lo único que generará esto es la indefensión de los más chicos; así, por tratarse de algo desconocido, no podrán protegerse de forma apropiada.

Lo que hay que entender es que, en la medida en que se fomente la conciencia en un niño o niña sobre la existencia de riesgos, se les estará dando la oportunidad de generar estrategias para reconocerlos y afrontarlos; esto no significa bombardearlos frecuentemente con estos temas, pero sí se pueden aprovechar ciertas instancias para entablar la comunicación. Por ejemplo, comentar en casa alguna noticia, conductas de personas conocidas que no deben imitar y que pueden generar algunos sentimientos confusos en ellos. De igual forma, aprovechar la propia curiosidad de los niños en cuanto a su cuerpo y sexualidad. Siempre se debe tener en cuenta la edad del niño y su nivel de madurez para adecuar de la mejor manera posible los temas a tratar con ellos.

Es importante que cuando los padres, por diversos motivos, no puedan conversar estos temas con sus hijos, acudan a las personas o profesionales que pueden orientarlos en cómo abordar la temática del maltrato y la vulneración de los derechos.

Romper el silencio

Cuando la violencia infantil es ejercida dentro del seno familiar se puede excluir del hogar a la persona violenta, realizando una presentación judicial por medio de patrocinio letrado o bien presentándose al Juzgado de familia más cercano al domicilio, exponiendo las razones por las cuales se desea excluir del hogar de modo urgente a la persona agresora, contra un niño, niña o adolescente.

Para consultas, se puede llamar a la línea 137 (destinada a brindar contención, asistencia y acompañamiento a víctimas de violencia familiar y/o sexual y de grooming); y al 102, la línea telefónica de las chicas y los chicos. Es un servicio gratuito y confidencial, de atención especializada sobre los derechos de niñas, niños y adolescentes.

 

Los comentarios están cerrados.