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Jo Bonger, la que hizo trascender a Van Gogh

Probablemente, la obra pictórica de Vincent Van Gogh hubiera quedado eclipsada si no la hubiera iluminado la mirada de su cuñada. En efecto, Johanna Bonger tuvo el talento y la sensibilidad para ponderar la producción de Van Gogh y la decisión de entregar semejante legado al mundo y a la historia del arte.

 

 

Angelina Uzín Olleros/Especial para EL DIARIO

Johanna Bonger era holandesa. Sus allegados le decían simplemente Jo. Nació en Ámsterdam en el año 1862. Estudió inglés y se dedicó a realizar traducciones. Su padre era agente de seguros, pero se destacaba en el círculo familiar por ser un melómano. Esa circunstancia hizo que Johanna además de ser una excelente traductora fuese una destacada pianista. En su casa se organizaban algunos conciertos para el encuentro social de esa “ciudad pequeña”, como ella solía decir. Con los años, alcanzó un título universitario
que le permitió trabajar en Londres en la Biblioteca del Museo Británico.

Siendo muy joven comenzó a escribir su Diario, fuente de información que inspiró el libro de Camilo Sánchez, La viuda de los Van Gogh (2012). Podemos leer allí detalles cotidianos referidos a comidas, escenas familiares y costumbres que se relatan a modo de novela. “Siempre me he sentido un poco intrusa, un poco intermediaria, entre los hermanos Van Gogh, escribe, en su diario personal, Johanna Van Gogh-Bonger. En los últimos cuatro años ella ha elegido mirar hacia otro lado cuando Théo enviaba los sobres con los ciento
cincuenta francos mensuales; ella ha puesto paños fríos, también, cuando su marido, furioso, pretendía abandonar a su hermano Vincent, a su suerte.”

Jo tenía veintidós años cuando la contrataron para enseñar el idioma inglés en un internado para chicas en Elburg. Por cierto, también impartió clases en el Instituto para señoritas de Utrecht. Fue en esa época en Ámsterdam que conoció a Theodoro Van Gogh, un exitoso marchand de arte. Théo se enamoró de Johanna y al año siguiente la visitó para declararle su amor. Ella aceptó la propuesta y al tiempo se casaron en Ámsterdam, pero la pareja vivió en París, dónde nació su hijo Vincent Willem, un año después. El nombre “Vincent” es un
capítulo aparte y resulta necesario recordar que su esposo Théo y su cuñado Vincent perdieron un hermano mayor llamado justamente así. Esto ha dado lugar a muchas hipótesis sobre el estado de salud mental del célebre pintor, dado que le debe su nombre al hermano muerto.

Una vida de novela

El biógrafo José Navarro comenta que “el 30 de marzo de 1852 nació en Zundert un niño al que llamaron Vincent Willem que murió al poco tiempo de nacer. El mismo día, del mismo mes, del año siguiente, nace otro niño de los mismos padres, al que vuelven a llamar Vincent Willem. Según algunos psicólogos, la muerte de un primogénito puede afectar psicológicamente a los padres, con repercusión sobre el hijo siguiente, al que ven como sustituto del niño fallecido, que es idealizado, con lo que el segundo hijo está en desventaja
constante respecto al primero y puede terminar con una personalidad distorsionada. Nace Vincent Van Gogh como sustituto de otro hermano muerto prematuramente, que fue enterrado cerca de la iglesia de su padre, por lo que es posible que, siendo niño, viese frecuentemente una tumba donde estaba grabado su nombre y apellido”. A propósito, en la novela de Camilo Sánchez, La viuda de los Van Gogh, se cuenta que cuando Jo se enteró la historia del nombre que le pusieron a su hijo se arrepintió.

El trabajo excesivo y el suicidio de su hermano Vincent, sumado al mal estado de su salud, provocaron en Théo, un colapso mental, por lo que fue internado en un hospital de Utrecht. Allí murió a los treinta y tres años. Así, Jo quedó viuda a los veintiocho años, a cargo de su hijo pequeño.

Por estas circunstancias, Jo heredó un departamento en París con 200 obras de su cuñado Vincent, que por entonces no tenían ningún valor. Le habían aconsejado que se desprendiera de esos cuadros, pero ella decidió regresar a Holanda y abrió una casa de huéspedes en Bussum, un pueblo a 25 kilómetros de Ámsterdam. Lentamente empezó a restablecer sus contactos artísticos.

Tarea cumplida

Luego de la muerte de su esposo, Jo volvió a escribir su Diario, tarea que había abandonado cuando tradujo cuentos del francés e inglés al holandés.

Entonces, trabajó intensamente para editar la correspondencia entre los hermanos Van Gogh, intercambios en los que aparecía el sentido de la obra de Vincent. De esta manera, Jo empezó el proyecto de su vida: dar a conocer el gran pintor que había sido su cuñado y que por entonces nadie reconocía. Así, Johanna Bonger se convirtió en un factor decisivo para que la obra de uno de los artistas más conocidos de la historia del arte no cayese en el olvido. El primer volumen en holandés de esas cartas se publicó en 1914. Sin dudas, Jo
desempeñó un rol clave para la fama y la reputación de Vincent.

Johanna se casó en 1901 con el pintor Johan Cohen Gosschalk, del que enviudó en 1912. A pesar de la oposición familiar se afilió al partido socialista, vivió en Ámsterdam y pasó una temporada en Nueva York. Murió en 1925.

“Alcanzó a ver la segunda edición de las cartas”, recordaba su hijo. Para ella la edición fue la salvación de la obra de su cuñado, y razón no le faltaba.

En su Diario Jo dijo: “Escribo rodeada del vértigo de los colores. Los vergeles en flor, en el dormitorio principal; en el comedor, encima del hogar, frente a mis ojos ahora, los comedores de patatas; en la pequeña sala de estar, el gran paisaje de Arlés y la noche estrellada dominando el Ródano. Cada uno de ellos relampaguea en la casa. Parecen cuadros de personas distintas”.

Con luz propia

La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.

La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.

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