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Osvaldo Soriano, escritor esperanzado y pesimista

Además de lector empedernido y agudo observador de la realidad, Osvaldo Soriano es probablemente el escritor argentino más entrañable y uno de los más leídos de las últimas épocas. Su estilo llano, directo, condensa belleza, humor y compromiso político. Su escritura visual explica que varias de sus novelas hayan sido adaptadas al cine.

 

 

Gustavo Labriola/Especial para EL DIARIO

Osvaldo Soriano tenía una prosa diáfana y elocuente, ligera y profunda a la vez, que pudo haberse macerado en las redacciones periodísticas que compartió. No en vano se lo comparó con Roberto Arlt, el de las Aguafuertes porteñas. De hecho, desde el primer número del icónico Página/12, en 1987, hasta su muerte -ocurrida una década después-, Soriano fue el autor de unas contratapas inolvidables desde donde reflexionaba con aguda observación y detalle sobre la realidad nacional y las maneras de ser de las y los argentinos.

Había comenzado su labor como periodista en el diario El Eco de Tandil, luego pasó por Primera Plana, la revista El Porteño y La Opinión, medios en los cuales compartió redacción con insignes plumas argentinas y extranjeras, como Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Ernesto Sábato y Miguel Briante, entre otros. Finalmente, fue uno de los fundadores del
diario Página/12.

Soriano mantenía en sus novelas y cuentos un estilo personal. Para construir tramas elaboradas, utilizaba un tono que aparentaba cierta liviandad. Pero era más una estrategia estilística que intentaba y finalmente conseguía empatía con el lector. Sus diálogos eran perfectamente reconocibles con los que se registran en la vida cotidiana. Por cierto, su producción tenía una marcada afinidad con el lenguaje cinematográfico, lo que le valió que varias de sus obras se convirtieran en películas.

En toda esa elaboración había mucho de intuición que Soriano desplegaba con la convicción de saber detectar y absorber el humor social y las inquietudes de la vida cotidiana. Para eso, le ayudó mucho el futbol, que amaba, practicándolo de manera amateur y disfrutándolo como hincha de su equipo preferido, San Lorenzo de Almagro. Al responder a las críticas,
dijo en algún reportaje, “No soy el primero que viene de otro lugar. Fue Camus el tipo que dijo que en la cancha de futbol se juegan todos los dramas humanos. El que no entienda eso, no entenderá nada de literatura”.

Obra

Algunas de las historias escritas por Soriano trascurren en el ficcional pueblo de Colonia Vela, en la cual ubica la novela No habrá más penas ni olvido, título que, además de tener una clara connotación tanguera, alude con singular precisión al descarnado y doloroso enfrentamiento entre peronistas que se dio en los años setenta. Fue un libro publicado casi en simultáneo con los hechos (1974) que, con tono de grotesco y de tragicomedia, recrea la feroz disputa al interior del peronismo, una metáfora de la realidad argentina. Se conoció primero en Italia, y recién años después, en nuestro país.

Casi en simultáneo con la recuperación de la democracia (se estrenó el 22 de septiembre de 1983), Héctor Olivera con guion que firmó conjuntamente con Roberto Cossa, realizó la película homónima con la actuación de un elenco de grandes actores como Federico Luppi, Miguel Ángel Solá, Ulises Dumont, Víctor Laplace, Héctor Bidonde y Arturo Maly. A propósito,
Soriano declaraba que “yo estaba muy sensibilizado por ese disparate que ocurría en el país y que nos desbordaba en todos los aspectos: ¿Qué era eso de que Perón bautizara como peronistas a quienes no lo eran y echara a peronistas que sí lo eran? Todo esto, que tiene explicaciones políticas, a mí me parecía poéticamente siniestro.” La película que obtuvo premios importantes en el Festival de Berlín provocó, como se entiende, repercusiones encontradas al momento de su estreno.

En la edición argentina del libro, el escritor italiano Ítalo Calvino aludía y valoraba el humor negro, sarcástico y mordaz, que Osvaldo Soriano había desplegado en su novela. Apreciaba la acción vertiginosa que tenía la narración, sus diálogos y el estilo rápido y seco.

Al año siguiente, Lautaro Murúa dirigió Cuarteles de invierno, basada en una novela de Soriano. Transcurría también en Colonia Vela y daba cuenta de la amistad entre un cantor de tango y un boxeador, en el marco de la opresión, en años de la dictadura militar. Actuaban Oscar Ferrigno, Eduardo Pavlovsky, Ulises Dumont y Arturo Maly, una figura que era muy
requerida en esos años para papeles de reparto. La música era de Astor Piazzolla.

El título de la novela Una sombra ya pronto serás (1990), de Soriano, también tiene una evocación tanguera. En 1994, una película de Héctor Olivera contó con la actuación de Miguel Ángel Solá, Pepe Soriano, Alicia Bruzzo y Luis Brandoni. El protagonista es un ingeniero informático que, retornado al país, deambula por las rutas argentinas, encontrándose con
seres marginales y exóticos como el ex dueño de un circo que está huyendo a Bolivia y un norteamericano rico abatido por una desilusión amorosa.

Los ensayos, cuentos, artículos periodísticos y novelas dignos de recomendación se multiplican: El ojo de la patria; La hora sin sombra; A sus plantas rendido un león; Artistas, locos y criminales; Rebeldes, soñadores y fugitivos; Cuentos de los años felices; Piratas, fantasmas y dinosaurios; Arqueros, ilusionistas y goleadores; y, Cómicos, tiranos y
leyendas, son algunos de ellos.

Renombre

Hay especialistas que consideran que la mejor novela de Osvaldo Soriano fue la primera, Triste, solitario y final, de 1973: los cincuenta años pasados desde entonces no han hecho más que solidificar ese prestigio. En ella, Soriano como autor y protagonista esgrime una parodia del cine norteamericano con personajes tomados de la realidad y la ficción. Stan
Laurel (el flaco de la serie de películas El gordo y el flaco), considera que está en el final de su carrera como cómico. Recurre a Philip Marlowe, el detective privado ideado por Raymond Chandler, para que investigue por qué no es más considerado para las compañías realizadoras.

En la contratapa de la primera edición en Argentina de Triste, solitario y final, el escritor Juan Carlos Martini dice respecto a esta novela que “es una celebración de la literatura y el cine, un libro regocijante y piadoso, lúcido y cruel, que se alza con vuelo propio desde los límites de la ficción: la tumba de Stan Laurel en Forest Lawn y el poético paseo de Raymond
Chandler por una playa de Bay City son los sugestivos extremos de una obra cuyas claves describen -y añoran- una armonía ausente”.

Autor admirado por grandes escritores como Julio Cortázar, Arturo Pérez Reverte y Guillermo Saccomano, Soriano ha sido un narrador persuasivo, al decir de Juan Sasturain. Sus personajes son, generalmente, hombres de su generación, perdedores estimables que persiguen sueños y felicidades esquivas; abrumados pero pragmáticos; frustrados pero ilusionados; presos de una realidad contradictoria regida por un azar extravagante.

Fallecido el 29 de enero de 1997, a los 54 años, la ausencia de Soriano nos priva de un escritor que con sobria inteligencia observaría la realidad compleja y paradójica y nos permitiría ilusionarnos con encontrar la sagaz e intuitiva mirada de un par, un esperanzado pesimista en búsqueda de la felicidad.

Si bien Osvaldo Soriano supo decir que “yo no tengo biografía: me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna”, hay formas amables de recorrer su vida y obra. Por ejemplo, el libro “Osvaldo Soriano. Los años felices en Cipoletti”, de Pablo Montanaro, y el documental “Soriano”, de Eduardo Montes Bradley.

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